— ¿Están seguros que no quieren quedarse por más tiempo?— Nos dijo Emilio con una clara señal de preocupación en su rostro, Alicia y yo habíamos decidido seguir adelante y encontrar ayuda para los refugiados del hospital y de nuestro amigo Daniel, era imposible suponer que las fuerzas que organizaban el exilio de la ciudad de México hacia las zonas seguras podrían soportar un movimiento masivo como el que presenciamos en el Estadio Azteca, así que tomamos la decisión de seguir adelante, y avisar la ubicación del grupo de supervivientes, algunos ancianos se opusieron diciendo que era una estupidez salir del lugar, pero Emilio les recordó que los materiales e insumos con los que disponían no eran eternos, de hecho había aprovechado la junta para informar que tendrían que empezar a racionar el agua. Un gran líder.
Nos encontrábamos en la azotea, esperando a una muy tranquila Alicia que se había dirigido a revisar el estado de Daniel, puedo imaginar la ira que sintió en ese momento, sabíamos que muchas veces en este viaje Alicia y yo hemos actuado por ira, no podíamos culpar al chico por lo que había hecho. Los supervivientes al enterarse de que estábamos a punto de salir nos pidieron que si en nuestra ruta encontrábamos a sus familiares les dijéramos dónde estaban, recordé mis largas guardias nocturnas, la familia de un paciente a pesar de saberse inútil, lejana a tener una solución en sus manos de manera efectiva, siempre estaban ahí.
Por fin Alicia llegó al lugar, Emilio nos dio un par de mochilas, con comida y agua, le agradecimos de manera muy cordial, realmente era una sorpresa pensar que existen ese tipo de personas que tienen un aura de héroes, Alicia rio un poco con las jóvenes que le deseaban suerte, mujeres que le recordaban cómo cuidarse, una mujer mayor se acercó a darnos su bendición, la acepté con respeto, pero aún si es que existe un dios, tenemos cuentas pendientes, incluso noté que Alicia se incomodaba un poco, Emilio nos dio un fuerte abrazo.
—Por favor no olviden que estamos aquí, quisiera ir con ustedes, pero no puedo arriesgarme a tanto, por favor sean discretos, no tengo idea de qué pase de aquí en adelante, les recomiendo seguir la línea del tren ligero por las vías, pueden darles un poco de protección.— Nos dijo el hombre.
—Vamos a llegar rápido y te aseguro que los sacaremos de aquí— dijo Alicia en un tono muy firme.
—Otra cosa Dante, según lo último que supimos la detonación del arma química, se dio en el centro histórico, es la zona cero, debo ser sincero, es muy peligroso, si es cierto lo que me contaste y tus quemaduras te ayudan bastante no tenemos mucho tiempo antes de los locos lleguen hasta aquí con sus bestias.— Habló Emilio.
—Si algo hemos aprendido en estos días es a movernos rápido, pero les aconsejo que sean discretos, volveremos por ustedes, cuiden de Daniel por favor.
—No se preocupen jamás he dejado desamparado a algún paciente en mi vida, no lo haré ahora, espero que sus armas estén bien y los protejan.
La chica de cabello castaño llevaba su hacha, además había recibido una muda de ropa de las jóvenes refugiadas, lucía pantalón jeans, junto con una camisa negra con un decorado de colores, se había amarrado el cabello y tenía una gorra de baseball negra, por mi parte había recibido una chamarra y una playera, en cuanto a las armas, yo tenía a mi lado el machete de Daniel, tomamos nuestras cosas y comenzamos el descenso, al percatarnos de que no habían infectados cerca, y al estar a nivel de calle comenzamos a movernos.
Alicia y yo pudimos alcanzar sin problemas las escaleras de la estación del tren ligero, algunos infectados estaban distraídos chocando entre sí, poco a poco sus cuerpos muertos se pudrían, no pueden con la naturaleza, aunque esa no era razón suficiente para confiamos, sabíamos de la existencia de las bestias y de los seguidores de Nzambia, así que avanzábamos con cautela.
Al llegar a los torniquetes de la estación encontramos a un infectado: un pobre policía que había quedado atrapado entre los torniquetes, su pobre movimiento no le permitía salir nos acercamos y Alicia sin dudarlo dio el golpe directo a su cráneo partiéndoselo, brincamos la barrera y seguimos adelante, procuramos revisar los alrededores cada que avanzábamos, siempre con la vista en el horizonte, por si notábamos algún tipo de obstáculo, lo que quedaba de la ruta ya no tenía cruce con avenidas, las caras sonrientes de los anuncios de las estaciones Nezahualpilli y Xotepingo contrastaban con los cuerpos de los fallecidos e infectados que yacían inmóviles resultado de combates, no éramos los únicos, la ciudad se estaba defendiendo.
Fue al llegar a la estación La virgen cuando encontramos el primer obstáculo: la preparatoria que se encontraba cerca, yacía en llamas mientras que algunos estudiantes peleaban afuera del edificio contra infectados, se les notaba el miedo en sus caras, Alicia se percató y me hizo una señal, nos detuvimos por unos instantes.
—Debemos de priorizar qué es lo primero que tenemos que hacer Dante— dijo ella —mucha gente depende nosotros ahora, pero no podemos ignorar todo esto.
—Tienes razón, debemos actuar, debemos salir vivos de esto, sólo recuerda eso.— Le dije de manera firme.
Casi de inmediato nos lanzamos en dirección a los torniquetes de la estación, nos sentíamos diferentes, teníamos una deuda con Daniel y con Emilio y no podíamos dejar a nadie atrás, al alcanzar la salida notamos que al inicio de la escalera se encontraba un seguidor de Nzambia en su túnica, dirigía el ataque.
El tiempo ya no se detuvo, no le di tiempo de hacer nada, le di un golpe con el hacha en el hocico, cayó y se retorció mientras su sangre se derramaba por el piso. Ya no quería escuchar nada de ellos.
Seguimos hacia el lado izquierdo, ningún infectado nos seguía, al bajar las escaleras, notamos que la lucha se llevaba a cabo incluso en las canchas de la escuela, estudiantes armados con improvisadas lanzas peleaban contra un infectado distinto, era un hombre obeso casi desnudo que tenía amarradas cadenas en los pies, lanzaba golpes y gritos horripilantes. Ya había matado a varios estudiantes, los supervivientes se movían de un lado hacia el otro, Alicia y yo entramos en acción.
Entramos al espacio deportivo, los alumnos al notar nuestra presencia comenzaron a gritarnos que huyéramos, no sabíamos cuánto tiempo habían pasado en esas condiciones y a qué cosas se habían enfrentado.
El obeso infectado lanzó un alarido y centró su atención hacia nosotros, los chicos aprovecharon para salir de sus escondites y acercarse a la puerta. Para poder enfrentarnos a esta bestia necesitábamos armas largas, poder minimizar el daño sobre nuestros ya cansados cuerpos era lo primordial. Se acercó uno de los alumnos, un chico con el cabello pintado de blanco, armado con una varilla la cual tenía en la punta una roca, misma que se veía ya bastante desgastada.
—Es lo único que tenemos para poder acercarnos y matarlo—dijo en un tono valiente pero se notaba su cansancio y nerviosismo.
—La idea ya no es pelear sino sacarlos de aquí— dijo Alicia de manera rápida.
—Pero no podemos dejar que este infeliz se quede aquí.— Me dirigí hacia el muchacho— préstame tu arma.
Al momento de sentir nuestra presencia, el obeso infectado comenzó a moverse, Alicia y yo lo rodeamos, no nos hemos detenido ante nada y este pendejo no será el último en caer por nuestras manos.
Los alumnos comenzaron a salir rápidamente, yo inicié el ataque y asesté el primer golpe, el infectado se tambaleó un poco. Yo no quería que Alicia se acercará demasiado, el hacha era un arma que utilizaríamos para rematarlo, el monstruo lanzó un par de golpes, yo le di un golpe directo en el estómago, esa masa se hizo para atrás, seguí con el ataque y noté que ya no existía algún estudiante en peligro, comencé el movimiento final: tomé velocidad, me fui de frente contra el infectado al notarme el maldito gordo lanzo un golpe, recordé el movimiento de Daniel, me hice a un lado y pude asestar un golpe directo en su cráneo, el cual exploto en pedazos, el infectado atontado dejo caer su enorme cuerpo dejando ver su asqueroso trasero, escupí a su cadáver.
—¡Dante, los niños tenemos que sacarlos de aquí!— Gritó Alicia, no lo pensé mucho tiempo y nos dirigimos a la entrada de la preparatoria.
Los alumnos estaban terminando con algunos infectados, me llamo la atención en especial un infectado vestido de traje que atacaba de manera perversa a unas alumnas, debió ser un tremendo hijo de puta en vida en su otra vida. Me acerqué por detrás con el machete en mano pude cercenar la parte superior de su cráneo, nunca se había sentido tan bien, algunos alumnos al notar que la calle estaba libre comenzaron a salir, su uniforme azul se encontraba sucio pero ninguno de ellos parecía tener algún tipo de herida.
En el fondo de la calle se encontraba una pipa de gas que había chocado con los automóviles estacionados lo cual prevenía que algunos infectados provenientes de División del norte, nos alcanzarán, teníamos que movernos, no sabíamos si el gas se había escapado pero la presión del calor de las llamas de los automóviles eran un peligro latente.
—¿Cuántos de ustedes faltan?— Le dije a uno de los chicos.
— Somos todos, los que estábamos en la cancha salimos a buscar comida pero ya no encontramos nada, ¿Qué está pasando señor?—Me dijo el muchacho flacucho, se veía angustiado.
— Tenemos que irnos de aquí, es lo que debes saber por el momento.— Grité, al momento de terminar esta frase la pipa que pasamos anteriormente soltó gas, lo que provocó una fuerte llamarada que alcanzó a los infectados, esa era nuestra señal, con los alumnos siguiéndonos Alicia y yo regresamos a Calzada de Tlalpan, ahí ingresamos a la estación de La Virgen y continuamos nuestro camino. Le indiqué a Alicia que tenía que ser la vanguardia, yo me quedaría detrás del grupo para asegurar que nada nos siguiera.
Por sentido de supervivencia corríamos hacia la estación del tren Taxqueña, sin saber exactamente qué nos esperaba, recordé que apenas hacia algunos meses habían abierto una estación de policía, esperaba que no fuera un retén como los que hemos encontrado, por fortuna no era así: un grupo de policías resistían el ataque de los infectados, algunas familias se salían de la Central de autobuses del sur.
Los policías, al notarnos se gritaron unos a otros que tenían que abrir una brecha, pude notar como Alicia detuvo su marcha cuando observó que un policía le hacía señas para salir a calzada de Tlalpan ahora con dirección a General Anaya, los alumnos comenzaron a salir mientras que los policías comenzaban a contarlos, no cabe duda que en momentos como éste dejamos salir lo mejor de nosotros.
La estación de policía era un santuario, pero estaba a punto de ser abandonada, imaginé que ya sabían sobre la evacuación en el centro de la ciudad, así que no me detuve a pensarlo, el cuerpo policiaco dio señales de que era momento de moverse, así que continuamos con nuestra carrera, lo mejor era no acercarnos a la entrada del metro, algunos supervivientes relataban cómo dentro de la estación era un desastre, realmente le tendré mucho respeto a aquél superviviente que haya sobrevivido al metro.
Continuamos con nuestra marcha, me acerqué a Alicia, le grité que no se detuviera, que sólo me detendría a tomar algo del departamento de Judith y la alcanzaría, ella me reprochó:
—No llegamos hasta aquí para quedarme fuera de lo que llegase a pasar.
Mientras corría sonreí para mis adentros.
De repente un grito familiar se escuchó a lo lejos, un grupo de infectados comenzaba a atacar a nuestro equipo a la altura del primer retorno de calzada de Tlalpan. Los policías, ya acostumbrados abrieron fuego, entre ellos incluso se encontraban algunos guardias de camionetas de valores, que con las escopetas hacían frente a la amenaza, el grupo de infectados disminuyo sus números de manera rápida, noté que detrás de ellos venía un infectado masivo, un infectado similar al que le había agredido a Daniel.
De nuevo el tiempo ya no se detuvo, me dirigí al ataque, recordé mucho ese sentimiento que tuve en el camión en el cual venía a la ciudad de México.
Los policías, al notar al enemigo comenzaron otra ronda de disparos, debo decir que las escopetas de los custodios fueron una gran ventaja, el infectado gruñía al sentir el calor de los disparos. Alicia y yo, junto con algunos supervivientes armados esperábamos el movimiento del enemigo, me sorprendí al saber que los demás sabían cómo enfrentarse a esas cosas, al parecer no fuimos los únicos en combatir contra aquellas bestias.
La ronda de disparos terminó, algunos supervivientes se acercaron a revisar que el animal estuviera muerto, fue un momento de tensión, pero cómo lo supuse, aquella cosa seguía con vida, al verse rodeado comenzó a golpear al suelo, lo que hizo que llegara una nueva ronda de disparos, para este momento los alumnos y los refugiados ya nos llevaban un buen tramo de distancia, tampoco podíamos permitirnos dejar el grupo principal descubierto, los custodios y los policías comenzaron a moverse.
—El animal es lento.— Grité con toda el alma. Algunos asintieron, y se movieron.
Teníamos que movernos y dejar que el infectado nos persiguiera, con el fin de agotarlo y no dejar el grupo descubierto. Así lo hicimos: avanzábamos cuando los hombres armados con pistolas o escopetas encontraban un buen lugar realizaban una ronda de disparos, el infectado lanzaba sus puños y empujaba algunos automóviles, pero no cedía, a lo lejos pude notar al seguidor de Nzambia que seguramente era el guardián del que nos atacaba.
Al acercarnos al grupo principal, a unos pasos del metro General Anaya y de los departamentos que eran mi primer destino, teníamos que realizar el movimiento final. Tomé el machete de mi amigo, me di impulso, ya sabía qué era lo que tenía que hacer, el infectado notó mi movimiento así que empujo un automóvil compacto en contra de mí, tuve que evitarlo si es que no quería morir aplastado, el infectado se lanzó contra mí, el bastardo gruño al sentir el primer golpe del machete.
—¡Esto es por Daniel, hijo de puta!— Grité con furia.
El infectado seguía atacando, era posible que ningún tiro habiese asestado en su cráneo, seguí cortando, hasta que en su muslo derecho el machete se atascó, tuve que hacerme para atrás, sólo para ver pasar la figura de Alicia que se lanzaba con su hacha en mano continuando mi labor, ella esquivaba los golpes, parecía que tomaba el ritmo. En un momento de distracción, el infectado casi la captura entre sus manos, al esquivarlo Alicia tuvo la oportunidad de golpear el cráneo del enemigo, la cual no desaprovechó, el masivo caía a manos de Alicia.
Ella se volteó y me sonrió, le devolví la sonrisa pero no pude percatarme de que detrás de ella se acercaba un infectado común que estaba a punto de clavar sus dientes en el brazo de la chica, ella pudo percibir el momento, todo parecía estar perdida, hasta que el sonido de una bala cortó el viento, un policía accionó su arma y salvó a Alicia de una muerte segura.
—No se queden atrás.— Dijo el hombre.
—Muchas gracias.— Atiné en decir.
—Nadie debe quedarse atrás, recuérdalo.
Alicia se acercó a mí un tanto nerviosa, aunque estaba, bien no había sido más que un susto. El grupo se movía rápido, aquellos que estaban armados avanzaron a un paso seguro, con nosotros detrás.
Estábamos muy cerca del Centro Nacional de las Artes, a partir de ahí sólo hacían falta unos quince minutos para llegar al departamento de la familia de Judith, donde podría saber cuál era el estado de las cosas o dónde se encontraba mi familia y la de ella, además de despedirme de mi pasado, Alicia y yo nos separamos del grupo sin que los integrantes le tomaran importancia, tomamos nuestro camino.
Algunos infectados en un estado bastante deplorable se pudrían en las calles, pero esto no significaba que dejaron de ser peligrosos, ya que podían matarnos si les permitíamos que nos rodearan.
Finalmente llegamos al departamento.
Miré a Alicia para decirle que me siguiera. Muchos recuerdos me llegaron en ese momento, cuando te conocí, cuando comencé a cortejarte, cuando me presentaste a tus padres, sé que dije que el dolor se había quedado atrás, pero era muy pronto, demasiado pronto para poder deshacerme de todo ese enojo que sentía por tu maldita acción de haberle arrancado la vida a nuestro hijo, ¿Crees que tenga lo necesario para perdonarte?
Por el momento sólo necesito saber que nuestra familia está bien, en el camino al departamento no encontré señales de lucha o resistencia, las puertas de los departamentos estaban abiertas, objetos abandonados, la vida había sido arrancada de aquellos espacios, Alicia y yo avanzamos con precaución.
Llegamos a la puerta del departamento de los padres de Judith, donde según la tradición tendría que velarse el cuerpo por una noche y rezar durante ocho días más. Yo alcanzaría al cortejo fúnebre justo cuando se dirigieran al cementerio, encontraría a nuestra familia y amigos cerrando toda esta maldita locura.
Empujé un poco la puerta y noté que se encontraba abierta, fue conveniente ya que no queríamos arriesgarnos más de la cuenta, nos encontrábamos ya muy cerca del objetivo.
Entramos, el departamento estaba obviamente desordenado, se había preparado la sala con sillas, los espacios estaban dominados por la amargura, en el centro de todo esto un ataúd cerrado, inmóvil, por un momento dudé en acercarme, Alicia me tomo del hombro, tan valiente y leal hasta en ese detalle.
Alicia bajó la mirada y la visera de la gorra cubrió sus ojos, suspiré y me acerqué al ataúd. De las cosas pude reconocer estaba un abrigo de mi madre, ellos estuvieron aquí, seguramente desde muy temprano, ¿Por qué ellos pudieron perdonarte tan pronto?
Afuera los sonidos del desastre, aquí el sonido de mi corazón, no quería verte, pero tenía que continuar, así que abrí el cajón.
No soporté mucho lo que vi, el cuerpo de Judith estaba inmóvil, su cráneo había sido cubierto de la nariz a la frente con una tela blanca, señal de que no habían podido cubrir la herida, en la boca habían colocado bolas de algodón, supongo que para sostener la forma de la cara durante el cortejo.
Ya había iniciado el proceso de descomposición, ya que al abrir la caja un fuerte aroma a formol y carne vieja llenó el espacio, entre tus manos una serie de imágenes religiosas. Sentí un poco de asco por momento.
Observé con detalle tus labios, la imagen entera de tu rostro vino a mi mente, tan ligera, tan calmada, estabas tranquilamente dormida, como aquellos días en que regresaba muy de noche y prefería no despertarte para mirar tu rostro mientras descansabas. Eras hermosa y te amaba tanto.
Caí como un niño asustado a los pies del cajón, lloré, gimoteaba, negaba fuertemente con la cabeza ¿Qué esperaba que pasará? Sólo era el fin, saber que nunca más iba a poder verte, te amé con toda mi alma, eso no puedes negarlo, mis lágrimas eran la prueba de que no me encontraba muerto por dentro como alguna vez creí.
En ese momento sentí el calor de Alicia, la chica me abrazaba por detrás, sentí paz cuando me atrapó entre sus brazos, suspiré de manera muy forzada, me llevé las manos al rostro, eleve mi cuerpo una vez más, no podía quedarme ahí por mucho tiempo, teníamos que regresar por los supervivientes y por Daniel, llevar a Alicia a un lugar seguro.
Me llevé los dedos índice y medio a mis labios, y después los posé sobre el ataúd, volteé a ver la chica.
—Debemos revisar la casa, por si encontramos algo de utilidad y salir de aquí— Dije firmemente.
La chica asintió, fue a la cocina a revisar si había agua o algún alimento que no estuviera contaminado, por mi parte quería encontrar medicamentos, dinero o algún arma. Entré a las habitaciones una por una, en la tercera habitación se encontraban dos cuerpos abrazados con un disparo en la cabeza cada uno, eran los padres de Judith, seguramente en su desesperación y duelo, quisieron acompañar a su hija, el aroma era espantoso, y las moscas ya habían infestado el lugar, cerré la puerta rápidamente.
Continué con la búsqueda, llegué a la habitación de Judith, la abrí con precaución, estaba completamente intacta, sus padres debieron haberla limpiado, el único fuera de lugar era un vaso de cristal con restos de agua que habían sido colocados sobre la cama de Judith, una tradición que ayudaba al descanso del alma del difunto, un proceso de purificación si lo pudiera decir así.
No tenía mucho tiempo, me dirigí hacia el tocador, no encontré nada salvo una fotografía de ella en sus últimos años como estudiante, «momentos felices» estaba escrito detrás de la foto, suspiré. Algo llamó mi atención, era una pequeña caja rosa, supuse que era musical, la abrí y encontré diversas fotografías, de su padre, de su madre y una foto de mi cuando recién había salido del servicio militar, el joven Dante, no había nada escrito, aunque me sorprendí al notar la foto.
Por debajo de ellas, se encontraba una carta doblada en cuatro, noté que tenía una sola página, comencé a leerla, la fecha era de algunos días antes, es decir había encontrado la nota suicida de mi esposa.
Entre los muchos tachones y correcciones, comencé a darle lectura, mis ojos una vez más se llenaron de lágrimas, no podía evitarlo, había perdido entre la locura al amor de mi vida, aquella que juré amar para toda mi vida, aquella persona a quien le había prometido que iba a envejecer a su lado, sequé mis lágrimas y suspire de nuevo, ya no podía seguir llorando, ya no, tenía a muchos a quienes les debía seguir con vida y no iba a desperdiciar sus muchos esfuerzos, sangre y sufrimientos, mi esperanza era llevar a todos los que me habían ayudado a un lugar seguro, ese era mi único objetivo ya después podría pensar en qué sería lo siguiente que tendría que hacer, pero sé que lo primero sería visitar el cuerpo de mi hijo, besar a mis padres y aceptar los cambios que vengan.
Estaba dentro de mis pensamientos cuando noté la figura de Alicia que me miraba desde la puerta, guardé la carta y le sonreí.
—Debemos irnos.— Le dije.
Era el momento de terminar con la pesadilla, ella me sonrió, nos dirigimos a la puerta, pero algo cortó nuestro momento de paz, un sonido de golpes en la puerta nos alertó recorrimos el departamento hasta llegar a la puerta, me asomé por el ojillo de la puerta eran dos infectados que seguramente habían sido atraídos de pisos superiores y que ahora chocaban contra la puerta.
—Son dos, creo que podemos con ellos.— Le dije a la chica.
—A la cuenta de tres.— Respondió.
—Uno…dos…¡tres!
En ese momento di una fuerte patada frontal a la puerta, que me ayudo a desbalancear a los cabrones, Alicia y yo iniciamos el ataque, los cortes no se hicieron esperar, los infectados comenzaban a cambiar, notamos que la sangre se estaba tornando en un extraño color azul verdoso, casi como el color de los alimentos contaminados unos días atrás, teníamos otro motivo para irnos de la ciudad lo antes posible: los infectados eran portadores y un riesgo muy grande es que la infección comenzaría a propagarse por el aire.
Salimos de ahí tan rápido como pudimos, no volteé hacia atrás en ningún momento, bajamos las escaleras, y salimos del departamento teníamos que regresar a la ruta, encontramos a algunos infectados que ya presentaban las mismas características, color verdoso en la sangre, algunos incluso regurgitaban y vomitaban en sus cuerpos, la piel grisácea se tornaba en una clara muestra de necrosis.
Alicia iba a lanzarse a pelear, pero a detuve, era demasiado riesgo, ya no estaba seguro si podíamos tocarlos o no, así que tuvimos que salir por una calle aledaña a Calzada de Tlalpan, ya no existía necesidad de regresar a la vía principal, pero recordé que ciertas calles eran cerradas y tendríamos que irnos por las azoteas, además el grupo principal se había ido por Tlalpan, teníamos que regresar. Después de algunas calles, ya no encontrábamos indicio de infectados o de supervivientes, esos momentos en los que pudimos respirar tranquilos eran bastante preciados por los dos.
Ya no tuvimos que correr, comenzamos a revisar la ruta, caminamos con velocidad ya a la altura del metro Portales y regresamos a la vía principal. La escena ya se hacía recurrente: un montón de automóviles abandonados.
Avanzamos con mucho cuidado, llegamos hasta el metro Villa de Cortés, donde un hombre indigente nos hizo señas de que nos acercáramos, estaba escondido entre los restos de un puente peatonal que habían colocado al estar remodelando la estación, al estar cerca de él Alicia no pudo evitar llevar su mano derecha a la nariz.
—Deben de esconderse, se están llevando a los que seguimos con vida, gente a caballo y vestidos de blanco se los están llevando.— Decía el hombre con un miedo evidente.
—¿Por aquí pasaron un montón de personas, policías y chicos con uniforme de escuela?— Preguntó Alicia.
—Si, los agarraron más adelante, pensé en irme con ellos, pero no soy tan rápido, ya estoy viejo y no voy a dejar mis cosas, este parque es todo lo que tenemos, bueno tengo, todos mis amigos están muertos.— El hombre comenzó a gimotear.
—¿En dónde los encontraron?— Pregunté.
—Un poco más adelante, por el gimnasio, salieron de las calles de acá atrás, los policías sí pudieron chingarse a varios de los locos esos, pero se llevaron a los muchachos
—¿Viste hacia dónde se los llevaron?— Preguntó Alicia.
—Hacia el metro, se metieron a las vías ahí en Viaducto, pero deben de quedarse escondidos, o si no que los cuide su puta madre.— Dijo el hombre nervioso.
Alicia y yo le agradecimos por la información y por preocuparse por nosotros, después de eso no dijimos nada, teníamos que sacar a los alumnos y a los supervivientes de ahí. Al avanzar necesitaríamos idear un plan, me puse un poco nervioso, no quería que algún enemigo nos sorprendiera, por momentos odié no saber manejar armas de fuego con precisión.
Alicia y yo avanzamos hasta que pasamos la estación de Viaducto, sin ningún tipo de problemas, fue al divisar la siguiente estación que comenzamos a escuchar lo que empezó como un murmullo que comenzó metros atrás, una serie de gritos espantosos que nos eran familiares: los seguidores de Nzambia se encontraban en el sitio, montados en caballos amenazaban a los supervivientes, insultándolos, decidimos acercarnos un poco más.
Pudimos notar que habían roto el muro y el alambrado de la estación, por ahí introducían a los supervivientes, seguramente para llevarlos a sus procesos de purificación y devorarlos. Alicia y yo salimos de ahí con la ayuda del ejército, no tenía ni idea de cómo los sacaríamos pero teníamos que hacer algo. Nos pudimos meter en la estación, ellos ya ocupaban los espacios de las vías para mantener a sus prisioneros, mientras que muchos seguidores los amenazaban, estaban desollando a un guardia frente a los supervivientes cuando nos acercamos, el miedo los paralizaba.
Sé que esto puede sonar egoísta, pero por un momento agradecí la terquedad de Alicia en querer acompañarme, de otra manera ella también podría estar atrapada con los demás. Por fortuna ella estaba a mi lado.
Era un grupo de unas veinte personas en las cuales también estaban los alumnos y algunos policías que se nos habían adelantado, Alicia me indicó con la mirada que fijara mi atención en la parte superior de la estación, entonces la vi, era la mujer sacerdotisa que nos tenía prisioneros en el centro comercial, había sobrevivido al ataque y ahora vestía un traje rojo intenso, se había rapado el cabello y se notaba que algo también le sucedía, la perra no había encontrado su final, lo pude entender, ella era la cabecilla de esos fanáticos, a sus espaldas estaban dos infectados masivos, detenidos por la fidelidad y los canticos de los seguidores, teníamos que hacer algo ya, pero la situación pintaba muy mal para nosotros.
Fue entonces cuando lo noté, si en algún punto deteníamos los canticos los perros se soltarían de sus cadenas, pero pudiera ser que otro seguidor tomara el control, vi a mis alrededores, los infectados comunes también caían ante las armas de los seguidores de Nzambia, si salía y me entregaba para acercarme a la líder, probablemente me matarían, no era una villana de caricatura, ¿Qué podíamos hacer?
—Dante, tengo una idea— me dijo por debajo Alicia —en la puerta hay un control de energía, justo donde está uno de los botones de paro de emergencia, creo que es suficiente energía para generar un choque en las vías, sólo tenemos que sacar a los…— Alicia no pudo terminar la frase.
De entre los supervivientes, dos jóvenes saltaron de las vías uno armado con una navaja con la cual cortó el cuello de uno de los seguidores, el otro joven tomo una de las piedras y también se lanzó al ataque, los supervivientes vieron esto como una oportunidad y comenzaron a pelear. De manera obvia algunos fueron heridos antes de que pudieran salir de las vías, pero esta era nuestra oportunidad, nos lanzamos al ataque, los seguidores comenzaron a gritar y se soltaron los dos infectados masivos que bajaron de un salto hacia donde se realizaba la batalla, teníamos que concentrarnos en sobrevivir, todo absolutamente todo estaba en nuestra contra, teníamos que matar a los infectados con la electricidad de las vías.
Alicia y yo corrimos hacia el lugar, nos concentramos en los primeros seguidores, ellos también estaban cambiando, estaban débiles, casi amarillos, el consumo de carne humana cruda los estaba matando, se veían demacrados, pero no era el tiempo para la piedad, pudimos acercarnos mientras que los infectados masivos daban muerte tanto a seguidores como a supervivientes, nuestro número comenzó a decaer, algunos alumnos sin fuerzas fueron presa fácil, es cruel decirlo pero eso nos daba tiempo para acercarnos, teníamos que matar a esos infelices. De las escaleras bajaban más seguidores, lo teníamos todo en contra y aun así estábamos peleando.
Por un momento Alicia y yo tuvimos que separarnos, pero no la perdía de vista, entre la lucha, algunos policías que nos reconocieron se acercaban a nosotros.
—¡Creíamos que los habíamos perdido o peor que sabían de esto y no nos lo habían dicho!— Nos dijo un hombre robusto mientras le partía el cuello a un seguidor de los caídos.
Los supervivientes tomaban sus armas y ya se enfrentaban a los masivos, que se habían dado gusto matando a los alumnos, ya sólo quedaban cinco de ellos, al ver la violencia algunos seguidores comenzaron a correr hacia el metro San Antonio Abad, incluida la líder.
Se estaban escapando, una vez más la maldita se me iba a escapar, me acerqué al grupo que combatía contra los masivos, les grité que mantuvieran la distancia, que sólo esperaran el tiempo perfecto para golpearlo, algunos obedecieron, otros por el calor de la lucha se lanzaron contra ellos, manteniendo un angustioso combate, Alicia se encontraba con el otro grupo peleando contra el segundo masivo, yo me encontraba en el andén contrario.
El infectado masivo lanzó un ataque violento con los puños, mismo que le arrebató la vida a un custodio, me acerqué y lanzó un golpe pude esquivar, sin más le di con el machete en la cabeza, de manera desafortunada el machete se atascó, no pude sacarlo, tuve que echarme para atrás para poder evitar un golpe.
Los supervivientes del otro lado hacían lo propio, de nuestro lado, mis compañeros habían notado mi forma de lucha y comenzaron a ser pacientes, con piedras, pedazos de metal, incluso con un pedazo de vidrio los supervivientes atacaban. Me lancé al ataque otra vez, pero un grito de Alicia me hizo voltear.
El infectado masivo, había matado a casi todos los combatientes de su lado del andén, sólo quedaban ella y otros tres hombres, los alumnos ya se encontraban tirando piedras a los infectados, pero Alicia gritaba de rabia. Tomó su hacha y se lanzó de frente contra el infectado, pero en el último instante saltó a las vías del metro y comenzó a correr para llegar a la fuente de poder, el infectado al notar esto le siguió.
—¡Todos permanezcan fuera de las vías!— Alicia mientras el infectado le daba persecución.
El infeliz arrojó un golpe al suelo con el que hizo volar varias piedras que golpearon a Alicia en la espalda, pero la chica no se detuvo, saltó de una vez, abrió la caja de emergencia.
—¡Todos salgan de las vías!— Grité.
El infectado masivo sintió el golpe eléctrico, mismo que lo detuvo de golpe, la chica lo había logrado, los supervivientes de mi lado estaban matando a la bestia, a pesar de tener todo en nuestra contra lo habíamos conseguido. Los seguidores de Nzambia se replegaron pero esto no significó que dejaran de combatir, Alicia ahora estaba más que expuesta, tuve que saltar hacia el otro lado de la estación, lastimándome los tobillos y la cadera al caer torpemente, me levanté rápido, maté a los seguidores sin misericordia, sin algo que me hiciera creer que eran humanos.
Alcancé a la chica, al reunirnos y saber que se encontraba bien, pude verificar cuál había sido el resultado de la batalla: sólo sobrevivimos 6, incluidos Alicia y yo, algunos alumnos en la desesperación habían escuchado mal y saltaron a las vías justo cuando se dio la descarga, los policías habían muerto, sólo una mujer, dos custodios y uno de los jóvenes que iniciaron el ataque quedaban en pie, además de eso, nuestra lucha había llamado la atención de un número importante de infectados, sólo quedaba un medio, cruzar las vías del metro y seguir a la líder del culto, éramos ellos o nosotros, había que darle un punto final a todo esto, no espere que nadie hablara, nuestro grupo comenzó a correr…
Continuará.